RE-CREACIÓN

Este es un blog de ejercicios a cargo de la profesora Gloria Macedo.

29.5.06

"La sombra" (cuento)

Mónica Rojas Eggerstedt

Manuel y yo habíamos esperado tanto tiempo para salir de la ciudad, lo que nunca imaginamos fue que solo uno de nosotros regresaría.

El anuncio decía: linda casita de campo, dos habitaciones, dos baños, sala, comedor y terraza. Era ideal, justo lo que estábamos buscando. Partimos y, luego de varias horas de viaje, llegamos.

La casa era pequeña, encantadora y antigua. Al parecer había estado mucho tiempo deshabitada. Nada nos habría hecho pensar que en esa casa habitaba algo o alguien.

Después de limpiar un poco, desempacamos y decidimos salir a dar una vuelta. Al salir, sentí un aire frío y la sensación de que alguien nos observaba, volteé y me pareció ver una sombra dentro de la casa, pero pensé que era mi imaginación. Después de una larga caminata regresamos, comimos, jugamos cartas. Y muy tarde en la noche nos fuimos a dormir.

De pronto, desperté y no vi a Manuel a mi lado, bajé las escaleras y lo divisé de espaldas, grité: “¡Manuel!”, él volteó asustado y me dijo: “No sé cómo llegué aquí, debo ser sonámbulo, mi sed debió traerme hasta aquí” y sonrió.

Nos levantamos al amanecer para ir a pescar, ya que había un lago frente a la casa. Disfrutamos mucho el paseo. Cuando regresamos volví a sentir el mismo frío del día anterior, pero, nuevamente, no le hice caso. Toda la tarde Manuel tuvo una extraña sensación, algo le angustiaba, algo lo aterrorizaba. Me di cuenta y le dije: “Manuel, ¿Qué te pasa? Te noto muy raro, ¿te sientes mal? Es mejor que regresemos para que te vea un doctor, estás pálido”. Él respondió: “No me pasa nada, creo que solo se me bajó un poco la presión”. “¿Estás seguro?”, le pregunté. “Sí tranquila con un cafecito se me pasa”.

Volví a despertar y vi que Manuel no estaba, tenía un mal presentimiento, me puse la bata y fui a buscarlo, no estaba en la cocina, pero había una puerta abierta, no la había visto antes, salía una luz, era un sótano, entré y bajé las escaleras. No podía creer lo que estaba viendo, aquella sombra que creí haber imaginado estaba luchando con Manuel, lo rodeaba como una serpiente a su presa. “¡Manuel!”, grité con todas mis fuerzas, la sombra volteó a verme y sin necesidad de palabras me hizo saber que yo era la próxima.

“¡Corre y no mires atrás! ¡Sálvate!”, fue lo último que me dijo Manuel la última vez que lo vi. La sombra entró por su pecho y cayó al suelo, nada pude hacer, salí corriendo, odiando a esa sombra maldita, odiándola por haberme robado el alma y haberme dejado muerta en vida sin siquiera saberlo.

“Un misterio sin resolver” (cuento)

Manuel Vidal Samaniego
Hace mucho, mucho, pero mucho tiempo, una familia compró una casa en la que había ocurrido una extraña muerte. La vida de esta familia era muy tranquila, hasta que se mudaron a esta casa. La vivienda tenía una sala, comedor, cocina, cuatro cuartos y constaba de un segundo piso en el cual se escuchaban sonidos, pasos y voces. Esta familia tenía una hija, la cual decía a sus padres que había una persona que la molestaba. Pero sus padres se extrañaron de ello, porque en esa casa solo los tres. Los padres le preguntaron a su hija qué aspecto tenía aquella persona. Ella decía que era de apariencia delgada; de estatura alta; cabello rizado, medio gris; con una cara que expresaba enojo y unos ojos que reflejaban tristeza. Los padres asombrados con esa cruda descripción, se quedaron totalmente helados y no se les cruzó nada por la mente. Esa descripción los paralizó. Desde aquel momento, empezaron a ocurrir una serie de sucesos extraños, las luces se prendían por sí solas, las cosas que se dejaban en un sitio aparecían en otro, y cada vez más se escuchaban ruidos en el cuarto del segundo piso. Ese era un cuarto que tenía la puerta trancada. El padre nunca la había abierto, por temor, flojera o simplemente no le importaba, nunca lo supo. Estaba apunto de abrir la puerta, cuando de pronto una voz fuerte y grave dijo “¡no, no abras la puerta!” y el señor volteó la cabeza y vio a su hija y atrás de ella una persona alta, delgada y de cabello gris, con una cara de gran enojo. El señor totalmente asustado se quedó paralizado y luego la imagen de esa persona desapareció. Él se había desmayado por la impresión que fue tan fuerte. Al despertar lo único que quería era vender o regalar aquella casa. Sin embargo, antes de irse, sintió unas fuertes ganas de investigar lo que en realidad pasaba en su casa. Aunque, no sabía qué era lo que lo motivaba a averiguar qué fue lo que pasó en realidad. Pensó llamar a un cazafantasmas pero le resultó una idea estúpida para él. Sin embargo buscó en el periódico, no lo encontró, pero halló una agencia que se encargaba de resolver todo tipo de casos paranormales. El señor llamó a aquella agencia y contestó una persona a la cual le dio la dirección de la casa para que fuera a ver qué era lo que ocurría ahí. El nombre de esta persona era Jonás Normalpara. La familia se sintió un poco aliviada. Debido al gran suceso de cosas extrañas que pasaban en aquella casa, Jonás llevó todo su equipo para investigar bien qué era lo que ocurría y tuvo que quedarse a vivir con esta familia durante cierto tiempo. Lo primero que hizo fue interrogar a la niña, quien presenciaba a esta supuesta persona. La niña era una pequeña de nueve años de edad y de nombre María. Jonás se preguntaba cómo una niña de nueve años puede darme una descripción tan fría de aquella persona. La niña llevó a Jonás al cuarto del segundo piso, aquel cuarto que nadie había abierto. Fue con el padre. En el momento en el que abrieron la puerta salió una especie de aire frío que produjo una sensación tenebrosa. El cuarto estaba vacío y solo había una soga colgada en la parte de arriba del ventilador. Jonás sacó la rápida conclusión de que esto significaba un suicidio. Estaban todos presentes en ese cuarto, el padre, la madre, y la hija. Había un sobre en una mesa que estaba en la esquina del cuarto. En ese sobre decía “Para mi familia” y cuando Jonás se disponía a abrir la carta toda la casa empezó a temblar, las ventanas se rompían, se caían los cuadros y las cosas volaban por cualquier lado. En ese momento se apareció la imagen de aquella persona que la niña describió y le empezó a decir a Jonás: “¡Esa carta estaba dirigida solo a los miembros de mi familia, pero como nunca les importé, seguro que no la abrieron. Ellos nunca me quisieron, siempre se avergonzaron de mí y siempre me negaron!”. Jonás trató de dialogar con aquella aparición y lo único que pudo preguntarle fue su nombre y la aparición le dijo que su nombre era Jeremy Smith. La imagen de esta persona desapareció y Jonás salió de aquella casa, porque todo terminó derrumbado. Observó la casa hecha ruinas y le dijo a la familia que nunca había tenido un trabajo así. Al menos con ese final: una casa hecha ruinas. Mientas seguía de espaldas mirando la casa destruida se dirigió a la familia: —¡Qué tremendo trabajo!, a propósito ¿Cuál es su apellido? Y ellos contestaron:Somos la familia Smith. Jonás se sorprendió, volteó y no había nadie detrás de él, lo cual lo dejó completamente helado.

28.5.06

“Lluvia” (cuento)

Luis Fernando Ramírez

Eran las 2:50 de la tarde y Miguel estaba en el jardín. Avanzó por el borde hasta llegar a la puerta trasera. Al entrar, sus zapatillas rechinaban en el suelo y el barro marcaba su paso. Samanta se encontraba escondida en el armario asustada, no tenía idea de qué le había pasado a Miguel, estaba como loco, rabioso y con sed de sangre.
Eran las 2:00 de la tarde, Miguel estaba por llegar y Samanta lo esperaba lista como siempre. Iban a ver una película y tal vez algo pasaría más. Los padres de Samanta estaban de viaje, era la ocasión perfecta.
2:13 de la tarde y Miguel no llegaba. Samanta empezaba a impacientarse. Sonó el timbre y Miguel llegó con un ramo de rosas, estas fueron el motivo de la demora. Samanta lo hizo pasar a la sala, pero Miguel recordó que había dejado los preservativos en el auto (él sabía que esa tarde no era solo de películas).
2:20 de la tarde y empezó a nublarse. Miguel estaba metido de cabeza dentro del auto, pero no encontraba nada. De pronto el ruido que producían las gotas de lluvia sobre el techo del auto llamó su atención. Solo sintió el golpe en la cabeza, tan fuerte como para hacer brotar sangre, sangre que corrió por su frente.
2:40 de la tarde, Miguel corría como loco tras ese maldito, empapado por la lluvia, enrojecido con su propia sangre y hambriento por la de aquel hombre.
2:20 de la tarde. Miguel estaba afuera en el auto y Samanta conectó rápidamente el televisor. Escuchó el sonido de unas canicas en el patio: estaba lloviendo. Regresó a la sala y al mirar por la ventana vio a Miguel abalanzarse sobre un hombre. Estaba empapado y tenía sangre en el rostro. El otro hombre tenía unos cincuenta años y estaba vestido de blanco, lleno de barro. Era de la contextura del padre de Samanta, pero con más cabello. Salieron uno detrás del otro, corriendo por la calle.
Samanta asustada cogió el teléfono y llamó a la comisaría. El oficial le dijo que espere en su casa con las puertas cerradas a que ellos solucionaran el problema. Cerró todas las puertas, menos la puerta trasera que siempre quedaba abierta, por si acaso.
2:55 de la tarde. Todo estaba bañado en sangre y Miguel sobre el cuerpo de Samanta golpeándola una y otra vez con una piedra. Estaba muerta y Miguel fuera de sí, con ganas de seguir matando.
2:50 de la tarde. El oficial Sánchez encontró el cuerpo de un hombre de unos cincuenta años tirado sobre la vereda, aparentemente muerto, lo veía desde la patrulla pero no se atrevía a bajar, algo le decía que el asesino estaba cerca. No le fue difícil encontrar la casa de Samanta, estaba a tan solo una cuadra del lugar donde encontró el cuerpo de aquel sujeto.
2:55 de la tarde. Un grito había remecido al oficial, no se atrevía a bajar de la patrulla, era su segundo día con ese cargo y este tipo de cosas jamás habían ocurrido en los entrenamientos.
3:10 de la tarde. Sánchez se encontraba parado en medio de la sala, empapado, empuñando su arma, la cual todavía estaba caliente. No entendía el porqué del disparo, ni el porqué del ataque, solo sabía que el matar era una necesidad, una necesidad causada por aquella lluvia, aquella lluvia que cayó esa tarde de octubre que jamás olvidaré.