La tía veneno (crónica)

Pamela Camavilca
“La tía veneno” pasó a convertirse en un personaje importante y conocido para nuestra querida Lima y su gente. Por lo general, su gran oficina es un carrito “sanguchero”, donde hace delicias con tan solo unos cuantos utensilios de cocina. Sin embargo, esto no parece ser un impedimento para doña Berta, quien tiene a su casa como su centro de negocio, ubicado en la cdra. 30 de la Av. San Luis y, día a día, se presenta para servirnos con sus deliciosos manjares. Manjares que pueden variar desde un reponedor caldo de gallina, hasta unas deliciosas salchipapas, las cuales todo el barrio prefiere por llevar una inusual crema de ocopa.
Esta vida llena de saber culinario empezó hace diez años para doña Berta. “La pista no estaba hecha todavía”, señala ella, ya que en el momento en que se inició como cocinera nada de la urbanización estaba construida. Y es que ella fue la pionera de la comida rápida de la zona. Con mucha astucia y audacia supo darle la espalda al desempleo en el que se encontraba y empezó a convertirse en una ingeniosa peruana más del “recurseo”. Hacer delicias con las manos: una habilidad nata, la usó como su arma de trabajo y fue así como surgió la idea de poner un negocio de comida.
Tal como las tendencias de la moda cambian, también lo hace la cocina y esto lo podemos comprobar con el caso de nuestra “tía veneno”. Ella empezó preparando el tan famoso pollo broaster, que en sus años dorados era el ideal de cualquier ocasión y es el mayor responsable de atraer a sus principales “caseros”. Ahora se encuentra haciendo las famosa alitas o buffalo wings, como prefieren llamarlas algunos.
No solo son las alitas las que salen como pan caliente, sino que cada uno de sus productos tienen una gran acogida por el público sanborjino. Las salchipapas, hamburguesas, alitas y caldos de gallina son los mejores, los preferidos del barrio, pero ¿qué los hace tan especiales? Pues, ser trabajados con absoluta limpieza y tener los ingredientes frescos, hacen que no se sientan las miles de calorías culpables de esos molestos “rollitos de más”, sino que se sientan los platillos como hechos en casa.
Son ya las 5:30 a.m. y ni siquiera canta el gallo todavía, pero ya en pie está Doña Berta, lista para dirigirse al mercado de San Juan de Miraflores y hacer sus compras matutinas. Pollo trozado y por mayor es lo que la llama a ir ahí y, aunque sea un poco peligroso, ella va con tal de cumplir su deber. Prende la cocina, pone las ollas, tiene listo el aceite y, por supuesto, comienza a freír el pollo. Después de un arduo tiempo de shopping, es así como realiza el sagrado ritual de preparar la comida. Día a día, doña Berta repite esto para poder satisfacer a todos sus clientes, a quienes trata como si fueran amigos del alma, desde taxistas hasta trabajadores de empresas cercanas.
Clientes y más clientes y doña Berta junto a su omnipresencia en su negocio no son lo suficientemente bastos para poder atender a esta clientela impaciente por su comida. Sus ingresos no le alcanzan para poder contratar a una asistente quien la ayude con el resto del trabajo, pero ella tiene a alguien muy eficiente. Este ángel mandado del cielo es su pequeña hija quien la acompaña siempre. Cortar las papas, freír las hamburguesas, limpiar algunas mesas, en fin, cualquier trabajo que se tenga que hacer, ella lo hace. Las dos son como el dúo dinámico y juntas se encargan de llevar el negocio viento en popa.
Una vez doña Berta se encontraba trabajando con su hija, cuando de pronto, se aparecieron unos ancianitos que le empezaron a cuestionar acerca de su trabajo y le preguntaron sobre su fe religiosa, ella se asombró y les contestó que era cristiana. Ellos siguieron profundizando en el tema, hasta que, de pronto, ellos le dejaron un sobre. Debido al apuro, no vio lo que había adentro. Terminó la sesión de trabajo diario y junto a su hija abrió el sobre. Se quedó pasmada al ver los trescientos soles que se hallaban ahí, sin remitente y nada escrito. Empezaron a saltar de la alegría y emoción, aunque con mucha incertidumbre por saber cuál fue el motivo del sorpresivo regalo. “Fue una bendición de Dios”, señala Berta, nostálgicamente, y afirma que ese dinero le fue de mucha ayuda en esos días.
***
Desde sus inicios hasta el día de hoy, el negocio de comida al paso de Doña Berta ha ido evolucionando. Antes, ella solo contaba con una cocinita a querosene y un televisor. Su puesto era pequeño y se encontraba fuera de su casa. En estos días esa cocinita quedó como cosa del pasado, en su reemplazo hay una monumental cocina a gas, especializada en hacer frituras por tener un amplio tablero de acero inoxidable. El “afuera” se convirtió en “adentro”, su pequeño hall con unas cuantas mesitas y sillas se tornó en un lugar cómodo para comer. Todo cambió, menos su inseparable, que estuvo con ella en las buenas y en las malas: su televisor. Mientras todo dio un giro de 180º aquel viejo televisor no abandonó su puesto, ni por un widescreen.
Al parecer, el tremendo éxito de nuestra “tía veneno” se debe a múltiples factores, ingredientes perfectos para un buen negocio. El primero la ayuda de Dios, como dice ella. El segundo y muy importante es el apoyo de su menor hija, quien no vacila a ponerse a trabajar duro y parejo para poder apoyar a su madre. Y el tercero, el que hace que su negocio siga en pie, es el sueño de Doña Berta de poder verlo convertirse en algo muy grande y exitoso y, sobre todo, ver a sus hijos a cargo de este. Y es que nadie puede negar que el amor de una madre es capaz de todo, como Doña Berta quien se emprendió en el trajinado viaje de la cocina, solo para poder darle a sus hijos un futuro mejor.
Peruanos como doña Berta abundan, día a día vemos en cualquier esquina una “tía veneno”, quien humildemente trata de salir de la pobreza y falta de empleo. Nosotros no debemos creernos el cuento de que somos pobres. Doña Berta todavía no tiene mil empleados a su disposición, una súper cocina, tampoco tiene muchas cifras en su bolsillo y mucho menos el gran restaurante deseado. Lo único que tiene, y más que suficiente para conseguir lo que sueña, es la perseverancia que impera su vida, lo que la lleva a esforzare, trabajar y, sobre todo, nunca mirar abajo y poder cumplir así una meta que no solo la beneficia a ella, sino a todo el país.
2 Comentarios:
A la/s 13 de octubre de 2007, 2:02 a. m.,
Unknown dijo...
chevere..
A la/s 13 de agosto de 2008, 12:51 a. m.,
Anónimo dijo...
lo maximooo
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