RE-CREACIÓN

Este es un blog de ejercicios a cargo de la profesora Gloria Macedo.

14.8.06

Como jugando (crónica)

Por: Mónica Ruiz Avilés
Las drogas son sustancias que tienen la capacidad de alterar algún proceso en el organismo. Muchas tienen como propósito combatir una enfermedad, otras aumentar la resistencia física y otras modificar las respuestas de nuestro cuerpo. Las de uso ilegal son las preocupantes, ya que son adictivas y causan daño no solo a quien las consume, sino a las personas que rodean al adicto. “Pastato” no quiere dar su nombre porque, claro, le da vergüenza, prefiere que no se sepa de él, por razones obvias. Es joven, tiene tan solo 25 años. “Vive” en La Victoria, para ser más precisos, en la cuadra 13 de la Av. México. Su hogar es un edificio viejo, sucio y abandonado por donde trepa para pasar frías noches. Dice, con cierta esperanza, que esto será momentáneo, pero ya lleva tres años en ese lugar. Su vida ha sido muy dura desde que era pequeño. Su mamá murió cuando el nació y su padre, sumido en la depresión, comenzó a tomar hasta convertirse en un alcohólico. Además, al parecer, la bebida lo puso muy agresivo, le pegaba todo el tiempo a su hijo, lo trataba mal. “Pastato” cuenta que cuando no quería hacer algo que su papá le mandaba, este le pegaba con el cordón de la plancha o con la manguera. Incluso, en una ocasión, le reventó una botella de cerveza en la cabeza. Una vecina, que era la única que se preocupaba por él, lo ayudó y lo llevó a la posta médica más cercana. El golpe le costó diez puntos a la altura del parietal derecho. Desde ese momento comenzó a temerle a su papá y con el tiempo ese miedo se transformó en odio. Su historia es parecida a la de muchos. “Pastato” se escapó de su casa a los diez años, motivado por el último episodio que le costó los diez puntos en la cabeza y una fuerte contusión. Desde entonces sobrevive como puede. Alguna vez logró ver a su papá, pero este huía y lo maldecía cada vez que podía. Es por eso que el odio hacia su padre se hacía cada vez más fuerte, al punto que decidió sacarlo totalmente de su vida. Cuando recién se escapó de casa pedía limosna en las calles y fue así como conoció a unos niños, casi de su misma edad, que le enseñaron un juego, al parecer, “muy divertido” que consistía en soplar dentro de una bolsita con una sustancia que olía fuerte, era terokal. Fue así que, “como jugando”, entró en el mundo de las drogas, casi sin saber de qué se trataba o hacia dónde lo llevaba. Sus nuevos “amiguitos” tenían muchos conocidos que eran mayores y no solo hacían lo mismo, sino que también fumaban y aspiraban un polvito blanco por la nariz. Él era muy pequeño todavía para entender qué hacían; pero, al igual que los nuevos compañeros que la vida le dio, trataba de seguir a los mayores en todo lo que hacían. Probó todas esas cosas, pero se quedó con la pasta básica de cocaína. Fue lo que más le gusto y agrega que, además, es lo más barato, porque no le cuesta mucho conseguirla. Ahora, que ya es adulto y ha probado de todo, sigue consumiendo pasta y toda droga que se aparezca en su camino. Dice que es para pasar el rato y que él es fiel a su pasta, que no la cambiaría por nada. Esta le ayuda, también, cuando tiene hambre. Y si se trata de escoger entre un pan y esta, no dudaría ni un segundo en escoger su “queso”, como le dice él. Cuenta que intentó ir a terapia pero no pudo soportarla y se escapó. No tiene casa y está muy solo. A veces, imagina qué pensaría su madre si lo ve así. Prefiere imaginarla buena y cariñosa, algo muy diferente de su padre. Se deprime fácilmente y por eso está la mayor parte del día drogado, prefiere no pensar. Roba porque no tiene dinero y con lo que obtiene compra más droga. Sabe que nunca quiso esa clase de vida, pero él solo repite que “no le quedó otro camino”. Tiene la cara llena de manchas negras y la voz ronca y accidentada, todo esto a causa de la pasta: las manchas porque el humo de la pasta le negrea los párpados y la voz porque la droga le malogra los pulmones. Su mirada es muy triste cuando está sin droga alguna encima. Pero, cuando está bajo sus efectos es seco y casi no habla, incluso, se pone muy agresivo. Dice que cuando fuma se siente muy violento y con mucha fuerza. Además del adormecimiento en toda la boca, siente que puede hacerlo todo y no puede quedarse tranquilo en un solo sitio. Su historia muestra cómo desde tan pequeños cuando no se es consciente de casi nada y se entiende muy poco, se puede entrar tan fácil en algo tan peligroso que puede destruir y acabar con la vida y los sueños.

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